Sala de creatividad como ejemplo de espacio intencionado

¿Qué es la intención en los espacios deportivos?

Los seres humanos crecemos y nos desarrollamos en entornos compuestos por una serie de espacios intencionados, espacios que han sido específicamente diseñados para que emerjan determinadas conductas. Un claro ejemplo de un espacio físico intencionado es una cancha de básquet, la cual logra de manera muy efectiva reunir individuos que tienen un mismo fin, hacer actividad física, o más específicamente, jugar baloncesto. Sin embargo, muchas veces tendemos a  subestimar el rol de la intención y la escenografía en las conductas humanas que emergen en el  entorno, sin tomar conciencia de que los cambios en el entorno afectan al cerebro y modifican el  comportamiento de las personas.

¿Qué relación existe entre la mente y el espacio físico?

El vínculo entre el diseño de los espacios y la mente ha sido investigado desde hace mucho tiempo  atrás por diferentes culturas. Desde la distribución en los lugares sagrados hasta el diseño de las prisiones, la idea era hacer uso de los espacios para inducir cierto estado de conciencia en las conductas de las personas (Solís Elizondo y Herrera Rivera, 2017). La ciencia ha comprobado que los cambios en el entorno producen cambios en el cerebro, y son capaces de condicionar el comportamiento, estado de ánimo y forma de pensar de las personas. Esto se relaciona a que, en presencia de entornos agradables, el organismo produce mayor cantidad de oxitocina y serotonina, hormonas asociadas a la relajación y el disfrute (Zeisel, 2006). Por lo tanto, es importante ser  racionales y comprender que los entornos donde vivimos o donde pasamos gran parte de nuestro  tiempo son capaces de influenciar nuestra salud física y/o mental. El reto está en intimar al cerebro para entender su funcionamiento y lograr desentrañar los efectos causados por los espacios en la  conducta humana (Solís Elizondo y Herrera Rivera, 2017). 

En años recientes, la fusión de la arquitectura y la neurociencia en vías de comprender como el  diseño de los espacios puede afectar a la conducta humana ha contribuido a establecer los criterios  fundamentales que deben considerarse al momento de intervenir los espacios a través del diseño  (e.g., Gutiérrez 2018). El creciente desarrollo de esta disciplina, conocida como neuroarquitectura (e.g., Solís Elizondo y Herrera Rivera, 2017), permite comprender las razones específicas de cómo el hábitat en el que vivimos condiciona nuestra salud física y psicoemocional. A través de la  combinación de la ciencia cognitiva con la psicología ambiental y la arquitectura, la  neuroarquitectura busca descubrir y comprender de forma consciente el impacto de los espacios en las neuronas de las personas, y de esta forma contribuir a crear espacios que fomenten el bienestar y  tengan la capacidad de potenciar el rendimiento del cerebro (Moneo, 2016). 

La mente humana es un ordenador complejo que absorbe constantemente, a través de los  sentidos, todos los componentes del entorno, es decir, analiza y reconstruye involuntariamente la  evolución del espacio a través del tiempo. Generalmente, esta automática e incesante incorporación de información proveniente del mundo exterior ocurre de manera inconsciente a través de la  percepción. Cuando un individuo se encuentra en un determinado lugar o recuerda de manera  novedosa un espacio, la percepción activa una región del cerebro conocida como Parahippocampal  Place Area (PPA), la cual se encarga de procesar nueva información, transformarla en  composiciones sinápticas y almacenar los recuerdos (Epstein et al., 1999).  

La inmensurable cantidad de información que procesa el cerebro a través de la percepción induce la puesta en marcha de mecanismos de producción de hormonas, las cuales acaban produciendo  sensaciones y emociones que impactan directamente en el estado de ánimo, concentración,  motivación y capacidad de activación de las personas. Lo más interesante de todo esto radica en que  la tasa de producción de neuronas no es constante, sino que varía de acuerdo al grado de motivación  y estimulación que genere el entorno en las personas (Gage, 2003). En los niños, esto impacta  directamente en el desarrollo cognitivo y de personalidad, condicionando la evolución del  aprendizaje.

¿Qué importancia tiene intencionar los espacios deportivos para el aprendizaje de los atletas?

Los humanos somos seres creativos por naturaleza. Un claro ejemplo de esto son los niños,  quienes desde muy temprana edad utilizan su talento creativo para resolver problemas, son seres  naturalmente curiosos que disfrutan el proceso de aprendizaje y desarrollan diferentes habilidades  de forma innata. Sin embargo, esa creatividad y entusiasmo natural para aprender deben ser nutridos  permanentemente, primero en la escuela, y luego en la vida. Tal como señala la escritora,  divulgadora y filósofa Elsa Punset, “la creatividad es un músculo que debe ser entrenado”. Punset  considera que es necesario indagar y estudiar los efectos específicos que generan los espacios sobre  el estrés, las hormonas y el tipo de pensamientos que generamos, y afirma que: “Se trata pues de  descubrir y reconocer de forma consciente el impacto, positivo o negativo, del espacio que nos rodea en  nuestras vidas, en nuestra creatividad, en nuestros ánimos.” (Moneo, 2016). Durante los últimos 50 años, la psicología ambiental ha investigado diferentes instituciones  educativas, y reconoce que la evolución del aprendizaje de niños y adolescentes está directamente  relacionada al espacio físico, el cual tiene un alto impacto en el desarrollo de habilidades tales como  la creatividad y la capacidad de resolución de problemas (Gump 1974; Taylor y Vlastos, 1975;  Weinstein y David 1987). Esto fue advertido prematuramente por la doctora e instructora italiana  María Montessori (1870 – 1952), impulsora de una importante revolución pedagógica acontecida a principios del siglo XX que acabó en un cambio de paradigma en los sistemas educativos  tradicionales. Montessori descubrió tempranamente el rol y la importancia de configurar los  entornos para el aprendizaje y la educación integral, de darle a cada espacio su propia escenografía  para despertar el asombro y estimular el desarrollo cognitivo de la mente a través de la exploración  independiente (e.g., Montessori et al. 2017). Asimismo, en su obra “Diseñar un mundo mejor  empieza en la escuela”, la reconocida diseñadora de entornos de aprendizaje Rosan Bosch destaca la  importancia del diseño en el desarrollo de individuos apasionados, empoderados por la curiosidad  y con gran creatividad para resolver problemas (Bosch, 2018). 

Exponential Academy

¿Cómo se caracterizan los espacios deportivos?

Los campus polideportivos buscan crear entornos favorables para maximizar el talento deportivo instalado en los atletas. A través de la formación complementada por los valores del deporte, los  campus más innovadores tienen como misión formar integralmente a los atletas del futuro a través  de la aplicación de diferentes técnicas y herramientas para potenciar el aprendizaje, estimulando el  desarrollo de un espíritu proactivo dotado de optimismo, curiosidad y creatividad que los prepare  para el liderazgo a través de sus vidas. Estos entornos utilizan al deporte como vía y estrategia para  la educación intelectual, emocional y espiritual.  

Con el objetivo de crear un entorno de aprendizaje y crecimiento exponencial, se realiza una  intención guiada al diseño de los espacios, es decir, se otorga valor y protagonismo al diseño de los  espacios para crear diferentes escenarios de aprendizaje que contribuyan al desarrollo cognitivo de  la mente de los atletas. Los espacios cobran identidad a partir de la aplicación de técnicas y herramientas de emergencia de conductas. Cada espacio es caracterizado con el fin de que emerjan  determinadas conductas. La clave radica en que el diseño invite a la acción, es decir, inducir acciones  a través del lenguaje y la escenografía (Fig. 1.10). Además del diseño (dimensiones del espacio, color  de las paredes, características del material mobiliario), existen técnicas de inducción a la acción que  buscar activar diferentes receptores de estímulos, como son la vista, el olfato, el oído y el tacto. Algunas de las más importantes son la organización de los espacios, los aromas y la luminosidad.  

Particularmente, la organización de los espacios es sumamente importante, dado que cuando los  espacios están organizados, la organización interna de los individuos tiende a armonizarse con el  entorno. Aquí entra en juego el rol del minimalismo y de la premisa “menos es más”. Espacios con  demasiados elementos y diferentes colores tienden a generar confusión en las personas, perturbando  su desarrollo cognitivo y su capacidad para tomar decisiones y resolver problemas (alta entropía).  En tanto, los aromas producen determinadas sensaciones que activan el sistema límbico, el cual está  compuesto por estructuras que se conectan con el sistema nervioso central. Es por ello que los  aromas tienen efectos en comportamientos tales como las emociones y la motivación, y a su vez son  altamente efectivos en activar los recuerdos. Por otro lado, una alta luminosidad promueve un mejor  desarrollo de la capacidad cognitiva de las personas, evita la depresión y estimula la recuperación de  enfermos internados en hospitales (Solís Elizondo y Herrera Rivera, 2017). Particularmente, es  importante combinar luz natural con luz artificial, dado que la luz natural es de vital importancia en  la fisiología del cuerpo humano, y condiciona el estado de ánimo de las personas. A modo de  neutralizar la depresión, el diseño de los espacios debe considerar que los atletas necesitan una  exposición mínima de una hora al día a 2 mil luxes de luz natural (Solís Elizondo y Herrera Rivera,  2017). A su vez, una alta luminosidad estimula la comunicación gestual y verbal entre las personas,  y una recepción audiovisual de la información, mientras que su ausencia convoca únicamente a la  comunicación verbal a través de sonidos que son acogidos mediante el oído.

En entornos deportivos innovadores es común encontrar espacios de desconexión/conexión con  uno mismo; espacios de disenso/consenso; espacios donde predomina la acción y otros donde  gobierna la observación, el análisis y la reflexión; espacios de uso común y espacios personalizados; espacios donde existe cierta jerarquía y otros donde rige la igualdad; espacios de intimidad e introspección y espacios de comunión extrovertidos y desinhibidos; espacios rápidos/lentos;  espacios psicológicamente seguros que actúan como refugio y también espacios de riesgo y  exposición; espacios que llevan al pasado, otros que se enfocan en el presente y algunos que nos  trasladan al futuro. También existen espacios independientes y espacios con funcionalidades  complementarias, cuyo engranaje conjunto hace posible que emerjan ciertas acciones en el entorno  y se cumplan determinados objetivos. En todos los casos, se debe buscar que cada espacio sea eficaz,  es decir, que tenga la capacidad de controlar las conductas de las personas, especialmente cuando  estas se encuentran en tránsito entre espacios aledaños con roles y funcionalidades contrastantes.  Para ello, es fundamental que el entorno sea dinámico, y en caso de ser necesario, que los espacios  cambien su funcionalidad y se adapten a las necesidades del ecosistema.  

A continuación,se presentan algunos ejemplos de espacios pertenecientes a un campus deportivo de alto rendimiento, cuyo carácter y personalidad produce un grado de excitabilidad que incita a la iteración voluntaria por parte de los usuarios.

Sala de Estudio del Juego como ejemplo de espacio intencionado

La sala de estudio del juego es, por sobre todas las cosas, un espacio de alta demanda cognitiva,  ya que requiere poner atención plena en la visualización de imágenes audiovisuales que permiten  reconstruir la variación del espacio-tiempo (Fig. 1.11). Es un espacio de precisión y detalle, de análisis del pasado y proyección del futuro, el cual es utilizado por atletas y guías como herramienta  para extraer y sintetizar determinados movimientos y acciones que ocurren durante el juego. Los  atletas concurren a este espacio por motu propio, en búsqueda de oportunidades de mejora. La  autogestión responde al objetivo primordial de los atletas de maximizar su rendimiento y alcanzar  su mejor versión. Para ello, analizan detallada y pausadamente su performance, comparando la  técnica de sus movimientos individuales y grupales con la de sus rivales y asimismo con la de atletas de primera categoría. De esta manera, hacen uso de la mimética para determinar sus fortalezas y debilidades, exploran sus oportunidades y evalúan las posibilidades para mejorar y potenciar el  rendimiento individual y colectivo. 

Uno de los mayores desafíos de la sala de estudio del juego es lograr establecer las condiciones  para lograr un espacio psicológicamente seguro que estimule al atleta a frecuentar el lugar y analizar  su performance en vías de maximizar su rendimiento. Existen salas de estudio del juego equipadas  con tecnología de vanguardia que no cumplen efectivamente su rol, donde se interponen falsas  jerarquías que quitan protagonismo al juego y promueven el miedo y la frustración a los atletas. En  esos casos, suele ocurrir que los guías utilizan al análisis del juego como evidencia para exponer y  hacer visibles los errores de los atletas, los cuales pretenden solucionar a través del reto, causando  un impacto negativo que conlleva a que el atleta sienta un profundo rechazo por el uso de este  espacio. En la sala de estudio del juego no deben existir jerarquías, y si existiera alguna, le correspondería al juego. El propósito de este espacio es reunir personas interesadas en analizar y  comprender el juego; “el juego manda”, es el protagonista. 

¿Para qué sirve una sala de creatividad?

Como su nombre lo indica, este espacio (Fig. 1.12) intenta reunir personas que, mediante la  combinación de conocimiento teórico y experiencia práctica, sean capaces de crear contenido de  importancia para el entorno. La sala de creatividad es un espacio de reunión caracterizado por un  equilibrio armónico entre diálogo y escucha, y asimismo momentos donde gobierna el silencio y la  reflexión interna. Allí se absorbe información proveniente de diferentes fuentes, la cual es  debidamente analizada, procesada e introducida al entorno de diferentes formas.  

En la sala de creatividad, el elogio a la contradicción y el pensamiento lateral son bienvenidos. El  objetivo es crear contenido libre de cualquier prejuicio. Para ello, se exploran las fronteras del  conocimiento y se intentan establecer las condiciones en el espacio para que exista la libertad de  expresión y el disentimiento entre las personas. Esto permite entablar diálogos que se caracterizan  por una fuerte recurrencia de altos de imprudencia, los cuales son fundamentales para estimular la  creatividad y la innovación. La creatividad se nutre de la inspiración, y es por ello que este espacio ha sido intencionado con determinados elementos que actúan como disparadores de inspiración en  las personas, elementos capaces de trasladar la mente a otro tiempo y lugar. Se trata de un espacio  que mira más allá del horizonte, un espacio donde se procesa el pasado y se crea el futuro.

Trabajos citados 

  • Bosch, R. 2018. Designing for a better world starts at school. Rosan Bosch Studios, 68 p. Copenhagen. 
  • Epstein, R., Harris, A., Stanley D., & Kanwisher, N. 1999. The parahippocampal place area:  recognition, navigation, or encoding?. Neuron 23, 115-125. 
  • Gage, F.H. 2003. Neuroscience and architecture. En: AIA Convention. San Diego, CA. 
  • Gump, P.V. 1974. Operating Environments in Open and Traditional Schools. The School Review,  84, 575-593. 
  • Gutiérrez, L. 2018. Neuroarquitectura, creatividad y aprendizaje en el diseño arquitectónico. Paideia  XXII, 6 (7), 171-189. 
  • Hartas, D. 2004. Teacher and speech-language therapist collaboration: being equal and achieving a  common goal. Child Language and Teaching Therapy, 20, 33-54. 
  • Laland, K.N., Odling-Smee, J., & Feldman, M.W. 2000. Niche construction, biological evolution,  and cultural change. Behavioral and brain sciences, 23(1), 131-146. 
  • Lakkala, M., Muukkonen, H., Paavola, S., & Hakkarainen, K. 2008. Designing pedagogical  infrastructures in university courses for technology-enhanced collaborative inquiry. Research  and Practice in Technology Enhanced Learning, 3(1), 33-64. 
  • Moneo, B. 2016. Neuroarquitectura. Ingeniería Hoy, 44-46. 
  • Montessori, M., Hunt, J.M., & Valsiner, J. 2017. The montessori method. Routledge, 435 p. New  York. 
  • Nonaka, I., Toyama, R., & Konno, N. 2000. SECI, Ba and Leadership: a Unified Model of Dynamic  Knowledge Creation. Long Range Planning, 33(1), 5-34. 
  • Solís Elizondo, A.M., & Herrera Rivera, N.L. 2017. El espacio físico y la mente: Reflexión sobre la  neuroarquitectura. Cuadernos de Arquitectura, 7, 41-47. 
  • Taylor, A.P., & Vlastos, G. 1975. School zone: Learning environments for children. Van Nostrand  Reinhold Co., 144 p. New York. 
  • Watts, A.G., Guichard, J., Plant, P., & Roderiguez, L. 1994. Educational and vocational guidance in  the European community. Luxembourg: Office for official publication of the European  communities.
  • Weinstein, C.S & David, T.G. 1987. Spaces for Children: The Built Environment and Child  Development. Springer-Verlag, 346 p. Boston. 
  • Zeisel, J. 2006. Inquiry by design: Environment/behavior/neuroscience in architecture, interiors,  landscape, and planning. W.W. Norton, 400 p. New York

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